El cuento del paisano y la víbora

Por Juan Carlos Woronko

Había un hombre que vivía en el campo. Vivía sólo por que su mujer y sus hijos lo habían abandonado.
Una tarde viajaba en el colectivo desde su chacra a la ciudad. Poco había viajado, cuando por la ventanilla vio enroscada en un árbol a una gran víbora. Al tener la cabeza erguida a un poco mas de un metro del suelo, parecía mirarlo a el.
Un extraño reflejo vio aquel hombre en los ojos del reptil, brillo que parecía una llama interior que iluminaba su mirada.
Como llamándolo parecía mover la cabeza: ¡Ven a buscarme, ven…! parecía decirle con cada movimiento.

El hombre, sentía mucha angustia por su situación personal… viajaba para pedir prorroga al banco para que no le remataran los únicos bienes que le quedaban: sus tierras, sus vacas y su tractor.
Estaba solo… y un poco enfermo de los huesos.

Cuando el colectivo paro a recoger a otro campesino, este hombre pensó: “Tengo que ver de cerca de esa víbora, ya que se dice que un reptil como ese tiene el intendente… y las cosas le van muy bien. Tal vez si la llevo a casa…”

Cuando el colectivo ya no se veía a lo lejos el hombre llego hasta el árbol. Se acerco despacio, casi con respeto, por que “en esos bichos uno nunca puede confiarse” pensó. Así que cuando estuvo cerca levanto del suelo un palo con una horqueta en el extremo. Con mucha suavidad acerco el palo hasta que pudo, después de varios intentos, aprisionarle la cabeza contra el grueso tronco. Con mayor cuidado aun, la tomo de atrás de la nuca, aferrando sus dedos justo por detrás de la mandíbula, de forma que el animal solo pudiera mirar para adelante. La gigante “Lampalagua”, boa constrictor, de casi cuatro metros de largo, paso a la bolsa donde llevaba algunos objetos personales para el viaje. Con cuidado saco unas alpargatas, una linterna, y una muda de ropa que ahí llevaba. El reptil se enroscó dentro del bolso y vio como todo se oscurecía cuando el hombre cerraba la boca con un fuerte cordón.
Cuando llego a su casa después de una hora de caminar. Se dirigió al corral de las cabras. Allí preparo un cobertizo con unas piedras. Dejo un orificio en el techo por donde escurrió al animal y lo tapo con una lata. Arriba le puso otras piedras.
Enseguida se dirigió hasta donde estaba una cabra blanca, de la cual extrajo leche en abundancia y se la dio a la víbora en un tacho, para que bebiera. Allí dejo al animal y se fue a dormir…

Al otro día llovió en abundancia. Encendió la radio y escuchó en las noticias que el precio de los granos y los vacunos había aumentado gracias a las nuevas políticas económicas que favorecían el comercio exterior. Y que se registraba un alza generalizada de los precios de los productos agropecuarios en el mundo.

Al tiempo, levanto una abundante cosecha, pago sus deudas y compro un nuevo tractor.
De su progreso se entero su mujer, que volvió con los “changos” de nuevo a la casa.
La alegría, fue en aumento acorde a los nacimientos de los terneros que se multiplicaban por la abundancia de lluvia y pastos.
A la mujer le brindaba atenciones y regalos que traía cada vez que iba a la ciudad. Esta le correspondía con besos y ternura.

Todos los días a la tarde ordeñaba la cabra blanca y le daba abundante leche a su mascota…la víbora.

Una mañana se despertó con un fuerte dolor en una de sus piernas y en la espalda.
Con la ayuda de la mujer se vistió y a duras penas pudo ensillar y subir a su caballo y cabalgar…
Después de andar un largo rato llego hasta la casa de “doña Berta”, la curandera del pueblo. Apenas lo vio exclamo “que mal lo veo, esto es muy malo…” dijo.
Le pidió doscientos pesos para tratarlo, pero antes le dio la más mala noticia que había recibido en su vida: “¡es cáncer a los huesos!” le dijo.
El hombre sintió un frío que le corría desde la punta de los dedos de los pies hasta la nuca.
“¡Pero…, yo le vía dar un remedio muy eficaz para su mal…!: Tiene que hacer un te de “Vira vira”, “Incayuyo”, “Oreja de burro”, “Caleguala”, “Cola de quirquincho”; todo eso lo hierve y le va echar un poco de grasa de potro, infundía de gallina, grasa de carro, cebo de vaca, un poco de excremento de potrillo y un toque de cal viva.” Le da un poco a los chanchos, y si al otro día no amanece muerto ninguno, le dice a su mujer que le aplique una compresas con el menjunje en la espalda y también se toma tres trago en ayunas…

El pobre hombre, le pidió a su mujer que le preparar y aplicara la receta… y hasta se tomo los tragos recomendados.

A los pocos días… el dolor fue cediendo hasta que se calmo por completo y recupero el andar elástico y vigoroso que caracteriza a la gente de campo, que no padece lumbalgia.
“la pucha que había sido buena la Berta” le dijo a su mujer. Me ha curado el cáncer y hasta parece que veo mejor…”

Todas las tarde le daba leche a la víbora…

Un día se entero que su vecino estaba buscando un mayordomo para su campo, pues había crecido tanto la economía que necesitaba mas gente y a alguien que se encargara de dirigirla.
“Me vendría bien otro trabajo” dijo a su mujer. “Así puedo comprarme una camioneta nueva y mandar a los chicos a la escuela de la ciudad” dijo, mientras buscaba entre las cosas del armario…
De allí saco una gran estampa del “Gauchito Gil”, y otra de “San La Muerte”
“Voy a alumbrarlos a ver si consigo el trabajo”, dijo, y les hizo un altar con ladrillos en la galería…
Al otro día vino a buscarlo el vecino y lo contrato. “Muy bien”, pensó, “esto va cada vez va mejor”.

Y ordeño a la cabra blanca y le dio de beber a la víbora…

A los pocos meses, una nueva noticia en la radio dijo, que por la nueva situación económica mundial la exportación de los productos agropecuarios había diminuido drásticamente y que la nueva política cambiaria, tampoco ayudaba a vender los excedentes.

Y una mañana…: “que todos los fondos que tenían depositados en los bancos haban sido confiscado por el estado”. ¡…La plata para comprar la camioneta y mandar los niños a la escuela estaba allí…!

Al ver que la economía daba un vuelco y que las cosas en la casa volvían a escasear, la mujer se fue con el vecino que también echo del trabajo a su marido. Y se llevo a los niños.

Dejo de llover y las últimas vacas se morían de hambre.

El hombre desesperado le duplico la ración de leche a su “familiar”, la víbora. Y justo cuando le estaba haciendo una gruta nueva a los “santos”, sintió un fuerte dolor en el vientre…
Se dirigió a la curandera y le dijo que era un “empacho”, y lo curo de palabra. Al poco tiempo el medico le diagnostico cáncer de páncreas. El hombre murió a los pocos días.

La víbora saco la cabeza por un hueco y se fue despacio hacia el monte…

Ya nadie le daría leche de la cabra blanca…

Fin

JUAN CARLOS WORONKO
22 de Noviembre de 2010.

Moraleja: interpretación libre.

3 comentarios:

  1. Muy bueno Sr. Woronko, la moraleja por sobre todo.
    aunque parezca mentira hoy día en el interior de San Luis los paisanos siguen afirmando la teoria del viboron. Muchos mitos hay en torno a él.

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  2. MORALEJA: "A cada superticioso siempre le llega su martes 13"

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  3. que bueno el cuento!! esta no es una teoria es una practica !!!

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